ETICA MODERNA
EMMANUEL KANT
Este eminente filósofo del siglo XVIII rechazaba todas las éticas anteriores,
porque eran éticas heterónomas, es decir, porque derivaban
las normas y los deberes desde campos ajenos a la propia dimensión
moral y racional de las personas. Dichas éticas partían de la existencia
de un fin último (como la felicidad, el placer, la perfección, Dios, etc.)
y a partir de este fin derivaban los contenidos morales (indicaban qué
normas y qué actos eran buenos y qué normas y qué actos eran malos).
Kant, en cambio, defendió una ética autónoma. Según esta última,
nuestros deberes no se nos pueden imponer desde ningún fin real ni
ideal, y tampoco es posible derivarlos desde los usos o desde las prácticas
cotidianas.
De acuerdo con el pensamiento kantiano, los deberes surgen desde
nuestra voluntad racional. A este respecto, afirma que, moralmente hablando, nada puede ser bueno ni malo, salvo una buena o una
mala voluntad, es decir, que solamente la voluntad puede ser buena
o mala.
Para Kant, una voluntad es buena cuando intenta cumplir el
deber por puro respeto al deber. En ello, ni los contenidos ni las
consecuencias de nuestras obras cuentan, sólo cuenta la intención
(la intención de la voluntad) racional de cumplir con el deber.
Obrar por deber es obrar por principios racionales, es decir,
universales (válidos para todos los seres humanos) y absolutos (que
no varían con las circunstancias); o, lo que es lo mismo: en todos los
casos, debemos decidirnos como se decidiría cualquier otra persona
racional. A este respecto, Kant proponía: “Obra de tal manera que
la máxima de tu conducta pueda valer siempre como ley universal”,
y “Procede de modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona
como en la de los demás, siempre como un fin en sí mismo y nunca
como un medio”.
UTILITARISMO INGLES Y PARAGMATISMO AMERICANO
Tanto las teorías utilitaristas como las pragmatistas elevan a categoría o
fin último de la vida la utilidad y el éxito.
El inglés J. Bentham (1748-1832) afirmaba que la felicidad de las
personas coincide con la satisfacción de sus deseos e
intereses. Ahora bien, el interés bien entendido nos exige
preocuparnos, también, por nuestros prójimos y vivir
en buena armonía con ellos, pues las relaciones amables
con nuestros semejantes son útiles, es decir, fuentes de
alegrías, satisfacciones y placeres.
En una línea análoga, Stuart Mili intentó elevar el
utilitarismo hedonista e individualista hacia un utilitarismo
humanista y altruista; a este respecto, por una parte,
ponderó la superioridad de los bienes y de los placeres
espirituales sobre los materiales. Por ello decía: “vale más
ser un hombre descontento que un puerco satisfecho”
y, por otra, nos indicó que debemos trabajar, al mismo
tiempo, por nuestra utilidad y por la utilidad general de la humanidad: intentar conseguir el mayor número de bienes posibles
para el mayor número posible de personas.
Para el pragmatismo no existen valores, fines, ni normas objetivos,
sino, solamente, los intereses o los deseos personales y las dificultades
y problemas que plantea su satisfacción.
La ética marxista, más que desarrollar un código moral de derechos y
deberes, ha tendido a poner de relieve las injusticias económicas y sociales,
y a predicar la actividad revolucionaria para conseguir la igualdad social.
Desde la perspectiva del marxismo, el sistema
capitalista divide a los seres humanos en dos grupos
heterogéneos y rivales, a saber: por una parte, los ricos,
los dueños de los medios de producción o capitalistas,
por otra, los pobres, los trabajadores o proletarios. En
esta situación, los capitalistas dominan y explotan a los
proletarios.
Ahora bien, los capitalistas no se limitan a dominar
y a explotar a los proletarios, sino que, además, tienden a
elaborar una serie de ideales, valores y normas defensoras
de sus situaciones y de sus privilegios. Pero frente a
ellos, los proletarios, cobrando conciencia de su injusta
situación, irán desarrollando otros ideales, otros valores
y otras normas favorables a sus intereses.
ETICA EXISTENCIALISTA
Los existencialistas constituyen un movimiento surgido hacia 1925
en Alemania y en Francia, que centra sus preocupaciones éticas en las
condiciones sociales contemporáneas y en los problemas de la libertad
y de la responsabilidad moral.
Al igual que Kant defendía una moral autónoma; la ética
existencialista también defiende la autonomía moral. Pero,
mientras Kant creía posible encontrar criterios morales de
valor objetivo y universal, es decir, válidos para todas las personas,
los existencialistas se ven abocados al individualismo
y al subjetivismo.
Para el movimiento existencialista, el ser humano es,
radicalmente, libertad (es decir, la libertad es la característica
propia y esencial del ser humano); y esta libertad hace a cada
persona diferente de todas las demás; por tanto, no pueden
existir valores ni normas morales universales válidas para todos
y, consecuentemente, nadie puede decirnos lo que debemos
hacer, cómo debemos comportarnos; los consejos son inútiles
y cada cual, quiera o no quiera, tiene que decidir él solo sus
obligaciones morales (somos libres a la fuerza).
Ahora bien, si la libertad radical de cada persona es la
única fuente y el único fundamento de todas sus decisiones, de todos
sus valores y de todas sus obligaciones, entonces la propia libertad
constituye el supremo valor de la vida humana o, lo que es lo mismo,
no existe ningún valor superior a la propia libertad, lo importante es
decidir libremente.
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