EL HOMBRE COMO SER CONSTITUTIVAMENTE MORAL
Se afirma que somos, según cierta tradición de la filosofía moral hispana, seres constitutivamente morales, lo que significa, para decirlo en términos coloquiales, que “no nos queda de otra”. En esto, y, parafraseando ajean Paúl Sartre, estamos condenados a ser sujetos morales. Podemos comportarnos de forma moralmente correcta en relación con determinadas concepciones
del bien moral, es decir, en relación con determinadas normas
y códigos morales para nosotros valiosos, o bien, en el otro extremo,
podemos comportarnos de forma inmoral con respecto a ellos, pero
estructuralmente hablando, no existe ninguna persona que se encuentre
situada “más allá del bien y del mal”. Esto significa que ante el hecho
moral, por más que queramos, no podemos ser indiferentes: somos
seres morales tanto porque nos apegamos a cierta moral como porque
nos apartamos de ella.
Desde los orígenes mismos de la humanidad, la conducta humana
se enfrenta a la doble posibilidad de ser, precisamente “buena” o “mala”,
digna o indigna del hombre. Así, la libertad implica siempre el riesgo
humano de escoger tanto una conducta como otra. De ahí lo que en ética se conoce como ambigüedad humana. Este término supone que el hombre no está programado para llegar a
ser de una sola forma, sino que puede optar por varios caminos, por ello es
un ser indeterminado, ambiguo y contradictorio.
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