EL HOMBRE COMO SUJETO DEL DESEO

Dentro de las estructuras éticas y ontológicas del ser del hombre se encuentra principalmente el deseo, elemento constitutivo que nos hace seres humanos. Pero éste adquiere diferentes significados según las distintas perspectivas teóricas desde las cuales se le aborda. Desde el sentido común, el deseo tiende a ser identificado con el deseo sexual. En esta misma línea de interpretación, pero desde un enfoque científico, la concepción freudiana asocia al deseo con la libido, es decir, con el impulso sexual reprimido en el individuo, no susceptible de realización, precisamente por razones sociales, axiológicas y culturales. Se trata del deseo sexual sublimado.
Esta concepción del deseo identificado con el eros, es decir, con el amor entendido como impulso de vida, y a su vez como fuente originaria de la valoración y de la creación de los valores, aparece muy cercana a una significación ética del deseo, ya que, en esta perspectiva, es visto como el fundamento que hace posible a la eticidad, esto es, las posibilidades que tiene el hombre de elegir libremente y de elegirse, por tanto, a sí mismo. Bajo esta concepción ético-ontológica, el deseo se concibe como ser relativamente a las posibilidades que se tienen de actuar, las cuales se cifran en el desear. En este sentido, se dice que el hombre es un ser con relación a sus posibilidades, esto es, se define como naturaleza posible; en pocas palabras, como deseo de llegar a ser plenamente libre, y con ello, más humano.
Esta misma concepción ética sobre el deseo ha sido desarrollada por Fernando Savater, para quien, en el origen de la acción humana está siempre mediando el deseo humano de querer ser más, humanamente hablando, es decir, deseo de autotrascendencia, como condición humana irrenunciable.

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